"Una Iglesia muy hermosa"*

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SEP
13
2015


 


Domingo 30 de Agosto de 2015


 


† Alberto Cardenal Suárez Inda, Arzobispo de Morelia


 


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† Alberto Cardenal Suárez Inda, Arzobispo de Morelia


Todos conocemos bien la preocupación del papa Francisco sobre el cuidado de la Creación. Al darnos su importante carta encíclica con el título Laudato Si’, nos invita a reflexionar y a comprometernos en esta responsabilidad que ha dado el Creador a todo el género humano.


Por decisión del Santo Padre, de ahora en adelante el día 1° de septiembre de cada año se celebrará en toda la Iglesia una “Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación”. El deterioro que estamos sufriendo por falta de educación y por las ambiciones desmedidas, no solamente son en perjuicio de los pueblos, sino también una verdadera ofensa a Dios quien en su sabiduría y bondad hizo todas las cosas y nos permite descubrir su poder y su belleza en todas las criaturas.


En la introducción de su carta, el Papa cita la valiosa reflexión del patriarca ortodoxo Bartolomé: “Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la Creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire; todos estos son pecados... Son un crimen contra la naturaleza, un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios” (Núm. 8).


En seguida nos habla de San Francisco de Asís como “un modelo bello que puede motivarnos… Ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad… Él manifestó una atención particular hacia la Creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados… En Él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (Núm. 10).


El Papa nos llama a una “conversión ecológica” como consecuencia del encuentro con Jesucristo y a vivir la vocación de “protectores de la obra de Dios” como parte esencial de la vida virtuosa de todo hombre.


Les recomiendo la lectura del capítulo sexto que nos habla de la “Educación y Espiritualidad Ecológica”. Si tomamos conciencia de la crisis cultural, que es la raíz del deterioro del medio ambiente, nos comprometeremos a fomentar nuevos hábitos. Hay jóvenes con sensibilidad y espíritu generoso, pero que han crecido en un contexto de consumo desenfrenado y búsqueda de bienestar, lo que hace difícil el cambio de pensamiento y de conducta.


Les pido que nos unamos en la oración desde este domingo, haciendo nuestra la bella plegaria compuesta por el papa Francisco, con la cual concluye su segunda encíclica dirigida a todos los hombres, pero especialmente a los cristianos [y que al final de esta columna se inserta].


Pongamos nuestra confianza en Dios, pero también renovemos nuestro compromiso. La vivencia del año jubilar no es un sueño idílico. La utopía del Evangelio es posible con la gracia de Dios; hoy podemos construir el reino de la justicia y de la paz, de la verdad y del amor, haciendo del mundo una casa fraterna como nos pide el Papa Francisco. No estamos fatalmente destinados a vivir en guerra, en medio de odios, ambiciones y violencia.


Recuerdo bien lo que comentaba Don Juan Navarro el día de su llegada a estaTierra Caliente: “Yo sé que aquí hay gente de alma muy bella, pero que hace cosas muy feas” y se refería ya a los homicidios que provocaban luto y dolor en los hogares, rivalidad y rencillas en los pueblos. Pero también se nos grabó su deseo de lograr que esta diócesis fuera “una Iglesia muy hermosa”. San Pablo afirma que Dios los eligió para que fueran su pueblo santo, es decir, la Esposa digna y fiel del Cordero.


Sin ignorar ni negar la situación triste que hoy reina en nuestra sociedad, sin desconocer los conflictos, venimos a reafirmar en la fe nuestra confianza y al mismo tiempo nuestro compromiso. Somos discípulos y misioneros del Señor Jesus resucitado, vencedor de la muerte y del pecado. El Evangelio señala que los Apóstoles, al verlo con sus propios ojos, “se postraron ante Él pero algunos todavía desconfiaban”. Hemos venido hoy a renovar la profesión de nuestra fe escuchando la Palabra de Jesus: “me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. El mal no tiene la última palabra en la historia.


Al escuchar el mandato del Señor: “vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” reafirmamos la vocación misionera de la Iglesia. Estos pueblos de Guerrero, del Estado de México y de Michoacán, estas parroquias y comunidades que recibieron el Evangelio de hombres heroicos como fueron Juan Bautista Moya y tantos otros misioneros, en las circunstancias actuales están llamados a la conversión, a vivir el discipulado, a seguir el camino de Jesus.


Tenemos la tarea de aprender y de enseñarnos mutuamente a cumplir todo lo que el Maestro nos  ha dicho. Los padres enseñen a sus hijos, los maestros a sus alumnos, los sacerdotes a los fieles laicos, los catequistas a niños, jóvenes y adultos. Pero también dejemos que nos evangelicen los demás, especialmente los pobres, los ancianos con sus sabiduría y los niños con su inocencia. Todos podemos aprender de todos, nadie puede decir que lo sabe todo o que ya es perfecto.


La Iglesia Diocesana de Ciudad Altamirano quiere estar atenta para escuchar la voz del Espíritu, a semejanza de María la mujer dócil y fiel al mensaje de Dios. Nuestra Señora de San Lucas, su patrona y abogada, les alcance a todos la gracia y la paz que nos vienen por su Hijo Jesucristo.


Felicidades, hermanos, vivamos esta Eucaristía con sencillez y alegría, con entrega y esperanza. Todas las experiencias vividas, los esfuerzos realizados, los sufrimientos soportados, nos ayuden a perseverar fuertes y a mirar adelante sin dejarnos robar la alegría del Evangelio. Así sea.


 


* Homilía en la celebración de las Bodas de Oro de Erección de la Diócesis de Cd. Altamirano, Gro., 17 de Agosto de 2015.


 


 


Oración cristiana con la Creación


 


Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas,


que salieron de tu mano poderosa.


Son tuyas,


y están llenas de tu presencia y de tu ternura.


Alabado seas.


Hijo de Dios, Jesús,


por Ti fueron creadas todas las cosas.


Te formaste en el seno materno de María,


te hiciste parte de esta tierra,


y miraste este mundo con ojos humanos.


Hoy estás vivo en cada criatura


con tu gloria de resucitado.


Alabado seas.


Espíritu Santo, que con tu luz


orientas este mundo hacia el amor del Padre


y acompañas el gemido de la Creación,


Tú vives también en nuestros corazones


para impulsarnos al bien.


Alabado seas.


Señor Uno y Trino,


comunidad preciosa de Amor infinito,


enséñanos a contemplarte


en la belleza del universo,


donde todo nos habla de Ti.


Despierta nuestra alabanza y nuestra gratitud


por cada ser que has creado.


Danos la gracia de sentirnos íntimamente unidos


con todo lo que existe.


Dios de Amor,


muéstranos nuestro lugar en este mundo


como instrumentos de tu cariño


por todos los seres de esta tierra,


porque ninguno de ellos está olvidado ante Ti.


 


Ilumina a los dueños del poder y del dinero


para que se guarden del pecado de la indiferencia,


amen el bien común, promuevan a los débiles,


y cuiden este mundo que habitamos.


Los pobres y la tierra están clamando:


Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,


para proteger toda vida,


para preparar un futuro mejor,


para que venga tu Reino


de justicia, de paz, de amor y de hermosura.


Alabado seas.


Amén.



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