El reto de la desinformación

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Alejandro Vázquez Cárdenas Uruapan, Mich. Fenómeno de nuestros tiempos, en la era digital la información circula con una velocidad sin precedentes. Las noticias llegan a millones de personas en segundos, pero esa inmediatez conlleva un riesgo cada vez más grave: la desinformación. Este fenómeno no solo afecta la calidad del debate público, sino también la salud democrática de las naciones. En el periodismo mundial el problema es serio, pero en México resulta particularmente alarmante por el contexto de polarización política, inseguridad y falta de credibilidad en las instituciones.


El periodismo, por definición, debería ser un espacio de búsqueda de la verdad, de explicación de la realidad y de fiscalización del poder. Sin embargo, cuando los medios difunden información falsa, tergiversada o sin sustento, no cumplen su función social y se convierten en actores que dañan la vida pública. La verificación rigurosa de contenidos no es una opción, sino una obligación ética. Sin ella, la prensa pierde credibilidad y los ciudadanos quedan a merced de rumores, manipulaciones y discursos propagandísticos.

Una sociedad informada puede tomar mejores decisiones políticas, sociales y personales. La calidad de la información es directamente proporcional a la calidad de la democracia. Si los ciudadanos reciben datos correctos, pueden exigir rendición de cuentas, participar en el debate público con argumentos sólidos y votar de manera consciente. En cambio, la información incorrecta conduce a la confusión, alimenta prejuicios y abre la puerta a que los poderes políticos o económicos manipulen la percepción colectiva.

En México hemos visto múltiples ejemplos de los efectos de la desinformación. Desde noticias falsas que circulan en redes sociales hasta notas publicadas en medios con intereses políticos que buscan favorecer o atacar a ciertos actores. Cada vez que una mentira o un dato inexacto se convierte en "verdad" para una parte de la población, se erosiona la confianza social y se debilita la capacidad de distinguir entre hechos y propaganda.

Ahora bien , la pregunta es obligada ¿Por qué existe una prensa dedicada a desinformar?

Pues resulta que la existencia de una prensa que desinforma no es accidental. Hay varias razones de fondo:

Intereses políticos: Algunos medios se convierten en instrumentos de gobiernos o partidos, que los financian directa o indirectamente, con el objetivo de manipular la opinión pública.

Motivos económicos: En la lógica de la inmediatez y los "likes" las noticias sensacionalistas o falsas generan más tráfico que las informaciones verificadas pero menos llamativas. Así, ciertos portales priorizan ingresos publicitarios sobre la veracidad.

Polarización social: En un país dividido, los medios suelen alinearse con una narrativa ideológica y terminan tergiversando los hechos para reforzar la visión de su audiencia.

Falta de profesionalismo: El debilitamiento de las redacciones, los bajos salarios de los periodistas y la carencia de capacitación continua facilitan errores y descuidos que terminan convirtiéndose en desinformación.

En México, además, persiste un fenómeno histórico: el clientelismo mediático. Durante décadas, la publicidad oficial fue usada como mecanismo de control y censura. Aunque existen intentos por regularla, la dependencia económica de muchos medios respecto del gobierno aún los condiciona.

Las secuelas de una prensa irresponsable son profundas. Se erosiona la confianza en los medios, pero también en la democracia misma. Los ciudadanos, al no saber en qué creer, pueden caer en la apatía, en la polarización extrema o en el populismo que se nutre de las emociones más que de los hechos. Además, la desinformación dificulta enfrentar problemas reales: si se distorsionan datos sobre salud, violencia o economía, se entorpece la creación de políticas públicas eficaces.

Ante este panorama, el ciudadano no puede permanecer pasivo. Hay varias acciones que pueden contribuir a construir una prensa más confiable:

Verificar fuentes: No compartir información sin revisar su procedencia, corroborar en varios medios y consultar portales especializados.

Exigir transparencia: Presionar para que los medios aclaren sus líneas editoriales, quién los financia y bajo qué intereses operan.

Apoyar al buen periodismo: Suscribirse a medios serios, aunque impliquen un costo, porque el periodismo de calidad requiere recursos.

Conclusión: Una prensa sin rigor debilita la democracia. La veracidad de la información debe ser la piedra angular del periodismo, y la verificación de contenidos, un requisito innegociable. También corresponde a los ciudadanos exigir responsabilidad y apoyar a quienes hacen periodismo con ética. No hay otra salida.



Es cuanto.



Alejandro Vázquez Cárdenas









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