¿Maximato?

¿Maximato?
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Se llama Andy
  
AGO
25
2024
Julio Santoyo Morelia, Mich. El poder siempre buscará el todo. La pulsión más potente de quienes ejercen el poder, del color que sea, de la ideología que sea, es tomarlo todo. Si a ese poder no se le anteponen diques derivará irremediablemente en totalitarismo.
La república moderna nació de la experiencia amarga de la monarquía y sus gestores pensaron en la división de poderes como la vía para evitar el retorno de los regímenes monárquicos, autocráticos y autoritarios, por muy populares, buenos, eficientes o divinos que fueran.
Para que este diseño tuviera soporte se pensó en lo obvio: fortalecer las capacidades autónomas e independientes del ciudadano, que no admita ser corporativizado o subordinado por el soborno clientelar del poder. La libertad es libertad frente al poder.
La democracia, más allá de las ideologías, se ha construido para frenar las pulsiones de quienes ejercen el poder. Es el método mediante el cual se revisa al poder, se cuestiona, se crítica y se remudan los representantes y los proyectos que representan. Sin embargo, la democracia es vulnerable desde su diseño, la pulsión desbordada de un grupo, una élite o una persona, suelen aprovechar los medios de la democracia para derruirla y rebasar los límites para hacerse de todo el poder.
A este punto es al que ha llegado nuestra república y hemos desoído o ignorado la experiencia amarga del partido casi único, de simulación democrática, "la dictadura perfecta", que padecimos durante más de 70 años. El retorno al México autoritario de aquellos años, constituido sobre el clientelismo electoral, el uso del Estado para mantener en el poder a una élite y la proliferación de un nuevo capitalismo nepótico, de cuates, está de regreso.
La nueva élite gobernante, en su mayoría, vive en una paradoja evidente: levantaron la voz, resistieron, y en su momento fueron excluidos y perseguidos por el viejo régimen, ahora reivindican para sí el ejercicio de los mismos valores y prácticas que antes buscaron eliminar. El discurso de la república y la democracia fue empleado para el propósito particular de acceder al poder y no para allanar el camino para el acceso universal al poder de la pluralidad política que se expresa en el país. Se asumieron como grupo predestinado como redentores épicos, como Mesías.
El régimen que han construido ha sido eficaz en armar un esquema clientelar que supera al viejo priismo, muy eficiente también en desplegar una narrativa centralizada basada en la emocionalidad del odio, en el maniqueísmo extremo, que inventa enemigos y levanta cadalsos públicos contra los adversarios. Pero, sobre todo, ha sido eficiente en eludir la realidad a través de la banalización de los hechos.
Como no se veía en decenios la figura presidencial ha logrado concentrar de manera autocrática las funciones de su gabinete y el presupuesto público para asignarlo de manera discrecional, por ello le estorban los organismos autónomos y la ciudadanía libre. El centralismo exacerbado que ha puesto en práctica le ha dotado de un poder sin parangón.
El poder es insaciable y de ello da cuenta la historia en los dos siglos del México independiente. El retorno a la monarquía y a la autocracia es la tentación latente del presidencialismo que solo ha sido contenido por la rebeldía opositora en los diversos momentos de la historia nacional.
El próspero retorno de la actual pulsión autocrática se ha dado en un contexto que lo ha permitido: el hartazgo social frente a gobiernos y partidos que lejos de fortalecer la democracia se dedicaron a establecer privilegios y cerraron los espacios a la ciudadanía; la existencia de una oposición partidaria desfigurada, fragmentada, carente de proyecto y centrada en los intereses de camarillas; y, el debilitamiento continental del prestigio de la democracia frente a los autoritarismos, cerrados y nacionalistas.
Ha sido tal el éxito del retorno autoritario que este ha podido concretar en los últimos días las reglas que le permitirán el sometimiento del poder judicial al partido hegemónico imponiendo un sistema de elección que terminará en la partidización de los jueces; le ha permitido también coronar el afán militarista al pasar la Guardia Nacional a la Sedena y desaparecer los organismos autónomos que revisaban el ejercicio del poder. Más militares, más centralismo, menos ciudadanía es la divisa del autoritarismo mexicano en curso.
En realidad, el segundo piso de este movimiento apunta al Maximato porque la concentración de poder que se construyó desde entonces da ese resultado con holgura. Veamos, si las mayorías en la cámara de diputados y la de senadores obedecen a un solo hombre; si la mayoría de los congresos locales le deben el favor al de la investidura; si la mayoría del gabinete de la presidenta electa ꟷsobre todo las secretarías más importantesꟷ fue designado por el que hoy habita palacio nacional; si las fuerzas armadas obedecen al que les entregó parte de las arcas del presupuesto público; si los carteles del crimen le deben la prosperidad económica y territorial al que los trata con abrazos; si el partido que gobierna tiene como dueño al tabasqueño; y, si la electa ha sido impedida de agenda propia y reducida al lamentable papel de vocera del mandatario, entonces la apuesta es esa: Maximato. Hasta ahora no se ve que haya transición de poder, hay delegación administrativa.
El propiciado debilitamiento de la democracia mexicana, que a tropezones se vino institucionalizando desde los 90 del siglo pasado, ha llegado a tal punto que la pulsión de poder de un solo hombre ha triunfado. El logro más grande de este régimen, que tiene como pilar el clientelismo, es haber edificado una estructura a modo para echar a rodar el ferrocarril del totalitarismo. Su emblema es que por un puñado de pesos en las tarjetas del bienestar se pueda sacrificar la república, la democracia y la división de poderes.
El Maximato callista finalizó cuando Cárdenas del Río luego de un año y 4 meses de imposiciones "exilió" al Jefe Máximo, civilizando los medios para hacer efectiva la transición del poder. Entre entierro, encierro y destierro optó por esto último y pudo lograr una real transición del poder y derivar un proyecto propio. ¿Este será el referente luego del 1 de octubre?
El poder siempre buscará el todo y con ello la unicidad. La única idea, el único partido, la única verdad, la única historia, el único "pueblo" y el único líder. Por eso la importancia crucial de la división de poderes, de los organismo autónomos, de la predominancia de lo civil por encima de lo militar, de los valores de la democracia por arriba de los valores autoritarios.
El mandatario que termina ha sido muy popular, sin duda, pero sin éxito en salud, seguridad, educación, medio ambiente, cultura, economía, transparencia, derechos humanos, corrupción, migración. Y nos lega un Estado clientelar, opaco, despilfarrador, autoritario y militarizado. Sin embargo, habrá que reconocer que ese modelo de concentración del poder es lo que apoya y votó la mayoría de los electores.





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