ABR 202014 Mi deuda es con mi hermano mayor, que en mi adolescencia hizo que mudara los libros de bolsillo de historias de vaqueros, por obras con más tuétano. ¡Lee éste!, me dijo un día extendiéndome una edición de Sepan cuántos, con Robinson Crusoe (Daniel Defoe, 1719) en su interior. Ese, me parece recordar, fue el segundo libro que leí completo (ya antes había leído, en la primaria, Chico Carlo, de Juana de Ibarbourou). Si bien no comparto plenamente eso de que "somos lo que leemos", sí reconozco la impronta que la lectura deja en las personas y cómo aquella nos abre los ojos a la plenitud de lo que la vida ofrece y que hace que ésta quiera ser vivida. Ya he referido antes en este espacio, la impresión que causó en mí una de las películas de Tarzán en la que éste lanza a Jane al agua y hay una escena subacuática de senos al desnudo. El asunto de la sexualidad también llegó a mí por obra de Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, pero, sobre todo, recuerdo la impresión que Cien años de soledad causó en el joven secundariano que era entonces. Incapaz, en ese tiempo, de comprender a cabalidad eso del realismo mágico en la novela de García Márquez, Cien años de soledad tal vez haya sido para algunos de mi generación el puente hacia el mundo erótico en la literatura. Quién no recuerda a Rebeca, a Amaranta y su amorío frustrado parcialmente con Arcadio José, su sobrino, o a la propia Úrsula con su pantalón de castidad: "Quítate eso", ordenó José Arcadio Buendía, "Si has de parir iguanas, criaremos iguanas". Ha muerto Gabriel García Márquez. A unos días de la fecha en que se conmemorara la muerte de Octavio Paz (19 de abril), el mundo se dolió con la noticia. La historia lectora de cada uno de nosotros, evidentemente, es distinta. Sin embargo, hay o debe haber puntos concordantes y entre ellos debe estar el nombre del que ha de ser un autor importante en las individualidades: Gabo. Aunque se hará lugar común hablar de la que sin duda es su obra mayúscula, la obra de Gabriel García Márquez es vasta, no solamente en su narrativa novelesca o de cuentos, sino también en su trabajo como periodista. Releer sus colaboraciones en los primeros años de Proceso, es interesante y grato. En ellas hay algunos gérmenes de lo que más tarde serían obras más completas, amplias y acabadas como Memoria de mis putas tristes, o la simiente de algunos trabajos audiovisuales como María de mi corazón (Jaime Humberto Hermosillo, 1979). Respecto a esto último, vale la pena mencionar que, tal vez por la fuerza de sus textos, García Márquez es también un referente importante en la cinematografía. Varias de sus obras se han adaptado al cine y es bueno recordar que fundó la Escuela Internacional de Cine, en San Antonio de los Baños, Cuba. Mañana lunes, el gobierno mexicano, a través del CONACULTA, le rendirá un homenaje al colombiano que hizo de nuestro país se segunda patria, y en la que escribió la mayor parte de su obra. A García Márquez le sobrevive su esposa y sus dos hijos; le sobrevivirán, por mucho tiempo, sus obras; le sobreviviremos, por lo menos una temporada, sus deudores, enriquecidos internamente con sus personajes y sus historias. Contacto: roflores7@yahoo.com.mx |